Carla Santángelo, co-fundadora de Índigo, leyó esta carta-manifiesto en la presentación del pasado 29 de marzo en El bar de Kowalski, Buenos Aires.

Hace un año que presentamos el primer volumen de La desconocida que soy. Aquel día estábamos nerviosas, ilusionadas, llenas de miedo. Hoy estoy especialmente conmovida.

Escribo esto por dos razones: la primera, porque siempre me acompaña un miedo íntimo y primario de enmudecer y no quisiera haberles convocado y no poder decir nada. Y la segunda, porque estar hoy aquí, esta noche, con los libros sobre la mesa, ha sido más difícil de lo que pensaba.

El segundo tomo de La desconocida que soy debería haber estado en la calle a finales del año pasado como ocurrió en Madrid, pero fue imposible. No quiero detenerme a contar cada uno de los obstáculos que fueron dificultando el proceso, lo único que quiero decir, porque lo creo necesario, es que en Argentina estamos viviendo una situación de vaciamiento de la cultura y encarecimiento de los costos de vida que es totalmente obsceno, y que sostener Índigo en estas circunstancias requiere mucho sacrificio. No solo nuestro, de quienes estamos de este lado, sino también de quienes están del otro lado del océano, haciéndonos el aguante.

Hoy nos veo situadas en un una suerte de triple resistencia: la de ser mujeres trabajando de forma autogestiva, la de publicar diarios (un género entendido como subgénero o como género menor en el panorama literario) y la de bancar un proyecto cultural feminista en un sistema que repudia y expulsa cualquier pulsión, cualquier brote que nazca al margen o en contra o en las periferias de las lógicas del mercado.

No vamos a permitir que nos digan que nos subimos a la “moda del feminismo” porque el feminismo no está de moda. El capitalismo patriarcal cree que el feminismo está de moda. Cree que se lo puede apropiar. Pero lo que el capitalismo no sabe es que los feminismos fueron, son y serán siempre críticos e indomables.

Somos una editorial feminista que trata de articular un espacio para que las personas viviendo en mujer (como diría Mercedes Fernández-Martorell) o las mujeres cursiva, como humildemente nos nombramos nosotras, tomemos lo que es nuestro. Que seamos creadoras, escritoras, escribientes, editoras, diseñadoras, sujetos de deseo. Que podamos movernos, pensar, decir, escribir en libertad. Que hoy seamos esto y mañana aquello. Que hoy seamos una mujer y mañana un pájaro, como diría Sarita.

En Índigo creemos que el lenguaje es nuestro, de todes. Creemos que el lenguaje puede ser un puente, una mano tendida, una interlocución profunda, como diría María Inés La Greca.

En Índigo creemos en la intimidad como universo compartido.

Creemos en la literatura como un acto de acercamiento, y no como la habitación dorada de unos pocos. No como esa atalaya desde la que se perpetuán formas elitistas y hegemonizantes.

Mientras escribo esto recuerdo aquel día en casa de Nati Romero, ya un poco ebrias por el vino, en el que en mitad del fulgor de una conversación, nos miramos a los ojos y dijimos al mismo tiempo: “boluda, me chupa un huevo Borges”.  Ahora entiendo que eso también es Índigo: un refugio para cometer la rebeldía más vital de todas, que es ser quienes realmente queramos ser. Sin disculparnos. Sin sentir culpa. Y lo más importante: no hacerlo solas.

GRACIAS a Marina, mi socia, mi hermana de la vida, porque cuando me pudo el miedo y la tristeza no me dejó atrás y empujó por las dos. Por su alegría, por su lucidez, por todas las ideas que tiene al día, por la magia con la que crea redes y sinergias. Por tener fe.

Gracias a Fernanda, mi prima, la diseñadora de Índigo, por llenar la editorial de belleza con su talento y su visión, por todo el vino que nos tomamos durante aquella depresión divina que compartimos.  Por el abrazo y el entendimiento.

Gracias a María Pérez por todo lo que hace para que este proyecto funcione y siga adelante, por hacer de la Qarmita un hogar para la editorial. Por su dulzura.

Gracias a Natalia Romero por haber dicho que sí, siempre, por escribir este prólogo tan luminoso, tan lleno de honestidad. Por ser la poeta que es, la amiga que es. Por ser una parte tan orgánica de esto. Porque con ella es fácil “ver lo invisible”.

Gracias a Laura Freixas, porque a pesar de que dijo que no escribiría el prólogo del primer volumen cuando se lo pedimos, aceptó unos minutos después. Porque confió. Porque fue nuestra guía sin saberlo.

Gracias a Malu y a Juanfer, de Derrames, por la resistencia. Por hacer los libros con las manos, por hacerlos con amor y convicción. Por todos los peches que nos fumamos en la terraza y todas las cosas que me han enseñado.

Gracias a todas las chicas del colectivo Água por ser la red de contención sin la cual todo esto no sería lo que es. Gracias por el fuego, amigas, siempre.

Gracias a todas las personas que apoyaron la campaña de crowdfunding hace un año, porque confiaron y hoy tenemos libros.

Gracias a todas las mujeres que participaron en la convocatoria de la antología.

Gracias a todes les que creen de una forma u otra en la importancia de que La desconocida que soy exista, sea leída, susurrada o gritada en la calle.  

Gracias al bar Kowalski por alojarnos, por apoyar este tipo de iniciativas.

Y por supuesto, GRACIAS, gracias, gracias a todas las autoras que tuvieron la valentía de hacer de lo íntimo, algo universal. De lo personal, algo político. Hoy las celebramos a cada una de ustedes.

Gracias.

En la foto, Fernanda Cid, Carla Santángelo y Natalia Romero.